Un dios innecesario los hizo satélites. Mientras ellos se orbitaban el uno al otro, en sus ojos se escondía la repulsión de los polos idénticos. Vivieron pensando que eran caricias los suspiros del otro, creyendo que se besaban cuando no hacían más que mirarse a los ojos.
Y de tanto girar sin rozarse, terminaron vomitando todas las estrellas que se prometieron.
Esas estrellas fueron vomitadas como la constancia de eternas ilusiones, promesas que el cielo escucha y muestra a los cuatro vientos.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, besos y abrazos.
Divino!!!! cuánta magia en pocas palabras.
ResponderEliminarUn placer, Alicia
Me gusta esta prosa, me atrevería a nombrarla en el género de mini ficción. La idea es bastante original y no solo eso sino también ha sido espléndidamente aterrizada. Ha sido un gusto leerte-
ResponderEliminar