No
lo sabes,
pero
siempre fuiste demasiado mío –y digo demasiado
sabiendo
exactamente que vas a decirme
aquello
de «no es bueno, demasiado»
como
si alguna vez te hubieran importado
los
excesos.
No
lo sabes,
pero me hice una bandera con la piel muerta detodo los los te quiero que callé
siempre por orgullo,
siempre por no ser capaz
de quererte libre, de quererte con alas.
Ahora la agito en camas que solo son puerto,
que nunca serán patria.
No
lo sabes,
pero
ha pasado el tiempo y yo te sigo debiendo la vida
que
planeamos.
Como
si la deuda no se hubiera saldado en el adiós
que
me arrancaste, en el perdón,
en
la maldita alegría que te llevaste
cuando
a mí me venció el amor y tú ganaste la guerra.
No
lo sabes,
pero
a pesar de la huida mortal
no
he podido sacarte de los poemas.
Aunque
tú no lo sepas, amor,
te
quedaste.